Los muchos rostros del miedo

un viaje por aquello que todos conocemos

El miedo.

A veces llega despacio, como una sombra ligera que apenas se nota. Otras veces irrumpe como una tormenta que sacude todo a su paso. Puede ser un simple nudo en el pecho o un pánico tan fuerte que parece arrancarnos el suelo bajo los pies.

Yo lo he conocido en todas sus formas. Y quizá, mientras lees estas líneas, reconoces en ellas también algo de ti.


Los primeros hilos – dónde comienza el miedo

En el yoga se habla de los Kleśas, las raíces de nuestro sufrimiento. Y en algún momento comprendí que el miedo había echado raíces tan hondas en mí porque no sabía realmente quién era.

El Sutra II.3 lo expresa así:
«Avidyā-asmitā-rāga-dveṣa-abhiniveśāḥ kleśāḥ.»
Ignorancia, ego, apego, aversión y miedo a la muerte son las causas del sufrimiento humano.

Mi primer encuentro con esta verdad fue Avidyā – la ignorancia sobre nuestra verdadera naturaleza. Desde pequeña escuché mensajes como:
„Tu valor depende de lo que logres, de cómo luzcas, de lo que tengas.“
Y así lo creí. Pensaba que un coche grande, buenas notas, la imagen perfecta hacia afuera eran la prueba de que yo valía.

Pero cuanto más me definía por lo externo, más miedo sentía de perderlo.


Asmitā – atrapada en un papel

Me convertí en “la fuerte”.
La que siempre sonríe.
La que funciona aunque por dentro se esté rompiendo.

La tristeza no tenía lugar. La fragilidad no era opción. Así, poco a poco, me metí en un personaje que yo misma había construido: funcionaba, rendía, me mostraba impecable.

Pero cada vez que no lograba sostener esa imagen, una voz interior me golpeaba: „No vales. No eres suficiente.“

Durante años no vi que yo no era ese papel. Y tardé mucho en descubrir que justamente mi vulnerabilidad no era un defecto, sino el puente hacia la verdadera cercanía con los demás.


Rāga – el aferramiento a lo que nos da placer

Quizá lo conozcas también: ese deseo de que lo agradable nunca termine. Yo lo viví muchas veces. Me aferraba a personas pensando: „Sin ellas, no soy nada.“

Me aferraba a un estilo de vida cómodo, seguro, material… con la creencia silenciosa de que si lo perdía, me perdería a mí misma.

Pero la vida no obedece a nuestros planes. Todo cambia. Y cuanto más apretamos, más miedo sentimos.


Dveṣa – huir de lo incómodo

Yo odiaba la crítica. No porque no quisiera aprender, sino porque la recibía como una sentencia: „Tú estás mal. Tú no eres suficiente.“

En las amistades buscaba siempre agradar, ser la “buena”, la que nunca decepciona. Y cuando alguien se alejaba, lo interpretaba de inmediato como culpa mía.

Con el tiempo comprendí: lo desagradable también forma parte de la vida. Una crítica no significa que yo esté rota. Y la retirada de alguien no siempre tiene que ver conmigo.


Abhiniveśa – la raíz más profunda

Y está esa otra clase de miedo. El más hondo de todos. Ese que aparece incluso en los momentos tranquilos, como un recordatorio de que todo puede acabar.

Es Abhiniveśa, el temor al final, al cambio irreversible, a la muerte.

Un maestro me dijo una vez:
„¿Cómo puedes creer que eres algo que puedes perder?
Lo que se puede perder no eres tú.
Tú eres lo que permanece.“

Y tenía razón.
Todos envejecemos, todos nos debilitamos. Nadie ha muerto “sano”. Todos dejamos este cuerpo. Entonces, ¿cómo podría ser yo este cuerpo, si está destinado a desaparecer?


Cuando Abhiniveśa llega como tormenta

A veces este miedo se muestra como un simple pensamiento: „¿Y si esto no dura?“
Otras veces cae sobre mí como un rayo en forma de ataque de pánico: el corazón se acelera, el aire se vuelve escaso, el cuerpo entero grita „¡peligro!“, aunque en realidad no pase nada.

La experiencia es tan real que la mente no la cuestiona.

Pero con los años aprendí algo vital: recordar, incluso en medio de la tormenta, que yo no soy ese miedo. Yo soy el espacio en el que aparece.


¿Y cómo aprendemos esto?

El camino no está en escapar, sino en volver a sentirnos.

En habitar el cuerpo.
En respirar de manera consciente.
En regresar al presente, una y otra vez.

No quedarnos atrapados en el pasado.
No vivir en un futuro que solo existe en la mente.

Aquí y ahora, en este preciso instante, no hay amenaza. Aquí no hay sufrimiento. Aquí hay paz.


El miedo como maestro

El miedo no desaparece del todo. Pero puede transformarse en un maestro. Nos muestra dónde aún nos aferramos, dónde nos reducimos, dónde creemos ser algo que puede perderse.

Y ahí está la invitación del yoga: mirar más allá de esos velos y descubrir que somos mucho más que nuestras identidades, más que nuestras historias, más que este cuerpo pasajero.

El miedo se convierte entonces en un recordatorio. Cada vez que aparece, nos señala un camino de regreso:
al presente,
a la calma,
a lo que nunca cambia.


Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

en_USEnglish