Espiritualidad o fantasía: ¿Dónde está la verdad?

Hoy quiero abrirte mi corazón y compartir contigo algo que he vivido en carne propia.
No es teoría, no es un discurso aprendido.
Es mi experiencia, con sus luces y sus sombras.

Durante muchos años busqué señales en todas partes:
milagros, canalizaciones, mensajes de ángeles, energías invisibles…
Y no voy a negarlo: hay algo más allá de lo que nuestros ojos pueden ver.
Sí, existen energías sutiles, campos que nos rodean, silencios que nos transforman.
Pero con el tiempo aprendí a distinguir.
Aprendí a ver la diferencia entre lo verdaderamente sagrado… y lo ilusorio.
Entre lo que transforma de raíz… y lo que solo alimenta la necesidad de sentirnos “especiales” o “espirituales”.

Tuve la fortuna de aprender de un maestro que no necesitaba parecer espiritual.
Un hombre con sabiduría, con experiencia, con cicatrices reales.
Ha estado en India, ha acompañado a personas en crisis profundas, ha mirado al sufrimiento de frente.
Y de él escuché algo que me marcó para siempre:
“Sí, existen energías. Sí, lo sutil está ahí. Pero si alguien ve hadas y duendes todo el tiempo, no está viendo lo sutil… está viendo su propia fantasía.”

Y esa frase me dio paz.
Porque en este mundo donde todo se mezcla, donde a veces la espiritualidad se convierte en un espectáculo o un disfraz, necesitamos volver a lo esencial.
A lo que se vive, no a lo que se imagina.
A lo que se encarna en el día a día, no a lo que solo se repite en palabras bonitas.

Por eso ya no creo todo lo que leo.
Ya no sigo a cualquiera que promete magia instantánea.
Hoy creo en lo que siento en mi cuerpo.
En lo que me hace respirar distinto, en lo que me ayuda a descansar de verdad, en lo que me transforma de dentro hacia afuera.

Creo en el silencio.
Creo en la presencia.
Creo en el poder de acompañar a alguien sin imponerle una creencia ni una etiqueta.
Porque el verdadero camino no grita, no necesita luces ni adornos.
El verdadero camino se reconoce porque nos vuelve más humanos.

Y sé también que muchas personas se refugian en mundos de “hadas” y “energías” porque no conocen otra manera.
Porque nadie les enseñó a quedarse consigo mismas.
Porque duele demasiado mirar hacia adentro.
Y no juzgo eso.
Lo entiendo, porque yo también he querido huir de mí misma muchas veces.

Pero con el tiempo comprendí:
la espiritualidad auténtica no es huir, es permanecer.
Es atreverme a sentir lo que me incomoda.
Es vivir mi humanidad con humildad.
Es saber que no necesito disfraces ni rituales vacíos para estar conmigo.

Por eso hoy quiero invitarte a que te lo preguntes:

  • ¿Tu práctica espiritual te trae al cuerpo o te aleja de él?
  • ¿Te ayuda a ser más compasiva, más honesta, más presente… o solo te distrae de lo que duele?
  • ¿Te conecta con tu humanidad o con un mundo inventado que nunca termina de sostenerte?

Lo sagrado no necesita luces ni escenarios.
Lo real es simple.
Lo real muchas veces no se ve, pero siempre se siente.

Gracias por estar aquí, leyendo estas palabras.
Si algo dentro de ti resonó, detente un instante.
Respira.
Quédate contigo, aunque sea un momento más.

Y recuerda:
No necesitas ver más.
Solo necesitas estar.


Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

en_USEnglish